viernes, 12 de octubre de 2012
un viernes cualquiera
Fue un viernes cualquiera
un día más de la semana
una tarde-noche de presas,
de niños llorando en el bus,
de un travesti maquillándose
a mi lado,
de miradas apuradas y
tacones sonando en la avenida.
Los vendedores de verduras
gritaban eufóricos,
la ciudad estaba fría.
Fue un viernes cualquiera,
marcado por la elegante
presencia de Mary Jane,
inudado por el aroma de tu
habitación,
amenizado con la mezcla
de música electrónica.
Vos me abriste las puertas de
tu casa,
yo te abrí las puertas de
mi vida.
Me atreví, casi descaradamente
a invitarte a soñar conmigo
a devolverte la ilusión marchita
y a limpiar el veneno lechoso
que sangraba de tus ojos.
Y así como pasan los viernes
de fiesta, vino y
bohemios con guitarra,
así terminó el nuestro.
Retazos de piel conjugados
en el amanecer,
mermelada de ternura
en el desayuno,
palabras que disimulan
los acuerdos inconclusos.
Terminó el viernes,
y así acabó lo nuestro.
Lo que nunca fue tuyo
ni fue mío
solo perteneció a un
viejo cuento,
a una historia repetida.
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